Little Rhody, como se conoce al antiguo estado de Rhode island, es próspero y liberal. No mandó ni un solo republicano al Congreso de Washington en los últimos 30 años. Providence, la capital, es una isla de tono universitario, clásica en todos los sentidos, kennedyana. Hablar en estas tierras de un nuevo rico sin estilo como Donald Trump es una herejía. Desde siempre prefirieron la sobriedad demócrata y la solidaridad con la clase trabajadora. Pero de pronto, en las últimas semanas, todo parece haber cambiado. El pequeño estado se estaría volcando hacia los republicanos de acuerdo al promedio de encuestas sobre la intención de votos en estas cruciales elecciones legislativas de medio término del 8 de noviembre.
Y no es sólo Rhode Island. Esto también ocurre en otros estados tradicionalmente demócratas como Oregon, California y Nueva York. Los últimos sondeos muestran que los demócratas, que antes llevaban una cómoda ventaja en algunas elecciones a la Cámara de Representantes, están en el filo de la navaja, y que las elecciones al Senado, que se consideraban un empate entre los dos partidos, se inclinan ahora por los republicanos.
Hasta el mes pasado, cuando la inflación parecía haber detenido su ritmo inédito de crecimiento, en la Casa Blanca eran muy confidentes de que el partido del presidente Joe Biden iba a aumentar su ventaja en el Senado, donde ahora están empatados y sólo pueden pasar leyes por el voto de la vicepresidenta Kamala Harris, y también mantener el control de la Cámara de Representantes. El promedio de encuestas que publica el sitio especializado FiveThirtyEight marcaba esa tendencia.
“Pensamos durante un tiempo que podíamos desafiar la gravedad, pero la realidad se está imponiendo”, dijo al New York Times, Sean McElwee, director ejecutivo de Data for Progress, una empresa progresista de investigación y encuestas. “El objetivo debería ser ahora limitar las pérdidas del partido para poder intentar recuperar la Cámara en 2024″.
Los republicanos sólo necesitan cinco escaños para dar vuelta la mayoría en la cámara baja, y con el actual mapa desalentador, algunos estrategas demócratas temen que el partido pueda perder mucho más: 20 o incluso 30 escaños. En Oregón, los republicanos están disputando con buenas posibilidades de obtenerlos la mitad de los seis asientos que tendrá el estado en el Congreso, frente al único escaño que tienen ahora en el tradicional bastión demócrata. En California, los republicanos tienen posibilidades de quedarse con cinco Representantes en distritos en los que Biden había ganado en 2020 por más de 10 puntos de ventaja. En Nueva York, los republicanos están bien ubicados en otros cinco distritos que ganó Biden hace dos años, incluyendo el del representante Sean Patrick Maloney, el presidente del Comité de Campaña del partido. Si se llegan a quedar con ese asiento, será todo un símbolo de la debacle.
Los estrategas electorales de Washington están viendo que esta tendencia inédita hasta hace apenas unas semanas se debe a la inflación persistente que no cede a pesar de los enormes esfuerzos de la Casa Blanca y a la imagen de “falta de energía” que podría estar transmitiendo Biden a pesar de sus enormes logros al pasar varias leyes cruciales en el Congreso para apuntalar la economía y preservar el medio ambiente. Pero también marcan un error estratégico importante: los demócratas no fueron a pelearle a los republicanos los escaños en sus propios distritos. “Nos concentramos en defender nuestras posiciones en vez de ir a atacarlos”, reconoció el estratega demócrata Jesse Ferguson. Esto permitió que los republicanos, dominados por el ala trumpista del partido, concentraran el dinero recaudado en las campañas que parecían perdidas en territorio rival.
Once de los distritos más inundados de dinero por los republicanos son escaños que Biden ganó por 10 puntos porcentuales o más. Es un número notable de escaños sólidamente demócratas para que los republicanos los disputen. En 2020, los demócratas no ganaron ni un solo distrito que Trump ganara cuatro años antes por 10 puntos o más. Por el contrario, los demócratas no han dedicado prácticamente ningún fondo del partido a nivel nacional para intentar arrebatar asientos sólidamente trumpistas.
Y no es que los demócratas hayan perdido las esperanzas de mantener las ventajas en sus antiguos feudos, sino que prevén una ofensiva legal extraordinaria por parte de los trumpistas que ya anunciaron preparan para defender lo que ellos consideran “el robo de votos” en distritos claves. El equipo de abogados de Trump ya está trabajando en una estrategia concreta para denunciar un supuesto fraude en los estados de Filadelfia y Georgia, donde el ex presidente aseguró que le habían robado la elección. Una aseveración que llevó a Trump a alentar a sus seguidores más radicalizados a asaltar el Congreso el 6 de enero de 2020 en lo que de acuerdo a la investigación oficial “constituye un intento de autogolpe de Estado”.
Perder el control de una o ambas cámaras del Congreso marcará profundamente los próximos dos años de la presidencia de Biden. Con ese poder, los republicanos van a bloquear toda su agenda progresista que incluye el disputado derecho al aborto, e impulsar nuevas leyes para frenar la inmigración y el gasto público en proyectos de cuidado del medio ambiente. También se espera que los republicanos inicien investigaciones sobre el gasto demócrata y los negocios y la vida privada del hijo del presidente, Hunter Biden. Algunos legisladores trumpistas ya anunciaron públicamente que si consiguen los votos van a pedir el impeachment, el juicio político, de Biden.
De todos modos, en la Casa Blanca aseguran que aún hay tiempo para revertir algunas tendencias en la intención de votos. En Estados Unidos hay una mayoría de indecisos y votos que se mueven de un partido al otro. Históricamente, las elecciones intermedias favorecen al partido que no está en la Casa Blanca y, creen, las contiendas reñidas podrían decantarse por los demócratas por un número reducido de votos. “Llevamos meses hablando de la economía, de la inflación, del aborto, de nuestras victorias legislativas y de cómo eso ayudará a los estadounidenses”, dijo un funcionario de la Casa Blanca a la agencia Reuters. No creen que hayan pecado de optimistas al ver la movilización de las mujeres en todo el país después de que la Corte Suprema restringió el derecho al aborto. Las victorias legislativas de junio y la votación de agosto en Kansas, en la que se rechazaron los esfuerzos por eliminar la protección del aborto de la constitución del estado, hicieron creer a los demócratas que los votantes rechazaban las prioridades políticas republicanas.
“Hubo un aumento en el número de mujeres que se registraron para votar en varios estados disputados y creemos que es extremadamente importante llevar a estos votantes recién movilizados a las cabinas de votación en noviembre”, aseguró el funcionario que habló con Reuters. El tema del aborto está desempeñando “un papel clave” en al menos media docena de elecciones competitivas al Senado, aseguran los oficialistas.
Y en estos días muchas miradas estarán centradas en el ex presidente Barack Obama quien saldrá a la cancha para apoyar a los candidatos demócratas en los distritos más disputados. Se sabe que el ex presidente es un “animal de campaña” y que sostiene un amplio apoyo en las bases demócratas. Pero Trump también se lanzará a la arena y ya tiene programadas varias apariciones junto a sus candidatos MAGA (Make America Great Again), su lema. Serán días cruciales para Estados Unidos y buena parte del mundo. Incluso Vladimir Putin estará muy pendiente de los resultados. Si los trumpistas toman el control de ambas cámaras del Congreso se va a revertir el apoyo incondicional que Biden le está dando a Ucrania.