La compra de Telefónica por parte de STC Group se enmarca dentro de un proyecto ambicioso liderado por Mohamed Bin Salman, el príncipe heredero de la corona saudí, y Primer Ministro del reino desde 2022. Bin Salman, nacido en 1985 en Yeda, lleva las riendas del país desde 2017 y encabeza la reforma más ambiciosa del mundo árabe de las últimas décadas. El príncipe quiere convertir al reino en una potencia inversora internacional, y consolidarlo como «el corazón del mundo árabe e islámico», además de ser, según sus propias palabras, «el núcleo que conecte Asia, Europa y África».
A través del fondo de inversión público de Arabia, Bin Salman ha ido tomando posiciones en todo tipo de sectores a lo largo del planeta, con inversiones milmillonarias que han impulsado el crecimiento del fondo. En 2018 ya era el décimo fondo de inversión público más grande del planeta, con un tamaño de 183.000 millones de euros.
Dentro del plan Vision 2030, Arabia se ha marcado como objetivo que su fondo público lidere el ránking mundial por tamaño, con los 2 billones de euros como meta, y que convierta al reino en una economía que no tenga que depender del petróleo para su crecimiento.
Para ello, el país utiliza los ingresos que recibe por el petróleo para tener exposición a todo tipo de sectores, mercados y geografías, como es el caso de España.
Luces y sombras de ‘MBS’
El príncipe saudí se ha consolidado como el líder de la principal potencia árabe del planeta, y su ascenso al poder no ha estado libre de polémicas, que se entrelazan con reformas que han incrementado la libertad en un país de tradición islámica muy conservadora.
Bin Salmán ha impulsado algunas reformas progresistas, como el aumento de las libertades civiles de las mujeres en algunos aspectos (levantó la prohibición de conducir o acudir a eventos deportivos), además de empezar a permitir a la población algunos pasatiempos como ir al cine. Además, durante su mandato se ha abierto la puerta al turismo, vetado en el país hasta el año 2020, y ha dado pasos como reconocer el derecho de Israel a tener su propia tierra –también reconoce el derecho del pueblo palestino–.
En el frente de las relaciones internacionales su paso también ha sido significativo. En 2015, Bin Salman se convirtió en el Ministro de Defensa más joven del mundo, y apenas tres meses después de su nombramiento, orquestó una operación militar, Tormenta decisiva, con la que tomó partido en la guerra civil de su país vecino, Yemen. Arabia lideraba así una coalición de nueve países con el objetivo de debilitar a los rebeldes hutiés, de la rama chií –Arabia es un país casi exclusivamente suní, con las dos ciudades sagradas más importantes para el culto musulmán, La Meca y Medina–.
La guerra en Yemen ha desembocado en una grave crisis humanitaria, y hay organizaciones como Human Rights Watch que han documentado crímenes de guerra por parte del reino en el desempeño de las operaciones militares.
Este conflicto supuso un aumento de intensidad enlas históricas disputas entre Arabia Saudí e Irán, su gran rival del mundo islámico, por ser el núcleo de la rama religiosa chií. Bin Salmán llegó a calificar al líder supremo de Irán, en una entrevista en 2018 al diario The Guardian, como alguien que «hace que Hitler parezca buena persona». Sin embargo, el príncipe saudí ha sido capaz de reconducir la situación y mejorar las relaciones con su gran rival y vecino, hasta el punto de que ayer, miércoles, se confirmó oficialmente el fin de la ruptura diplomática entre ambos países.
La intervención de China ha sido clave en la mejora de las relaciones de ambos países árabes, que están entre el grupo de naciones que pasarán a formar parte oficialmente del bloque de los BRICS a partir del 1 de enero de 2024, según se anunció el pasado 24 de agosto.
Además de los problemas con Irán, Arabia Saudí también ha tenido problemas diplomáticos con su vecino Qatar en los últimos años, con un bloqueo al pequeño país del Golfo desde el año 2017, hasta 2021.
En los últimos años Bin Salman también ha llevado a cabo campañas para luchar contra la corrupción en el país, que también, según algunos analistas, podrían haber sido aprovechadas para silenciar voces críticas con su nombramiento.
La ruptura con EEUU
La s relaciones entre Arabia Saudí y Estados Unidos se han deteriorado durante los últimos años hasta niveles históricos. Arabia Saudí es un viejo aliado de Estados Unidos en Oriente Medio hasta el punto de que, en la primera guerra del Golfo, Estados Unidos llegó a tener tropas desplegadas en el país árabe, que se mantuvieron durante años en la región, y siempre se consideró un amigo del país árabe.
El deterioro de las relaciones entre ambos países ha entrado en una fase crítica en los últimos años, a raíz del asesinato del periodista de The Washington Post, Jamal Khashoggi, en el año 2018. Hay quien señala a Bin Salman como el responsable y, sea como fuere, esto parece haber sido el detonante en el deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y Arabia Saudí. Con la llegada de Joe Biden al poder el contacto entre ambos líderes se enfrió, y el reino Saudí ha optado por acercarse al bloque rival del gigante americano.
La incorporación de Arabia a los BRICS es buena prueba de ello, como también lo es el acuerdo entre el reino y Rusia para mantener una estrategia conjunta de producción de petróleo. A día de hoy, la histórica Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) incorpora de facto a Rusia entre sus filas, y han tomado decisiones de mantener la oferta de crudo limitada en los últimos años que van en contra de los intereses (y de las advertencias) de EEUU.