A menos de cuatro meses de la ‘primera vuelta’ de las elecciones presidenciales argentinas, el actual mandatario, el peronista Alberto Fernández, ha anunciado que renuncia a presentarse a la reelección. Su caída llega después de una semana de caos financiero, que ha llevado a una devaluación histórica del peso y ha dejado al país al borde de una crisis cambiaria. Una situación que abre la puerta a lo que puede ser la peor crisis política y económica del país desde el ‘corralito’ de 2001.
Fernández anunció en un vídeo en Twitter que «el 10 de diciembre entregaré la banda presidencial a quien haya sido elegido en las urnas», indicando que no será él, y esperando que sea «un compañero» de su espacio político. Respecto a su mandato, mostró que no está satisfecho con cómo le ha ido al país en este tiempo: «Está claro que no logramos todo lo que nos propusimos. Nos duelen los proyectos y sueños que no pudieron concretarse». Una renuncia que, sumada a la de la vicepresidenta y exmandataria Cristina Fernández de Kirchner (sobre la que pesa una inhabilitación para cargo público aún no firme), abre de par en par la carrera por liderar el peronismo, sumido en su mayor crisis en décadas.
Las causas de este movimiento llevan ocupando las portadas de todos los periódicos desde hace días. Hace una semana, el Instituto de Estadísticas y Censos (Indec) informó de que la inflación mensual de marzo había llegado al 7,7% y la interanual al 104%, la cifra más alta desde la hiperinflación de 1989-1990. La incesante escalada de los precios ha aumentado la conflictividad laboral, ya que los trabajadores piden aumentos constantes de salarios para compensar la pérdida de poder adquisitivo que sufren casi cada semana. El Banco Central, en un intento desesperado por controlar los precios, llegó a subir los tipos de interés en tres puntos porcentuales este jueves, del 78% al 81%.
La subida de precios también se está haciendo notar en la moneda. El peso está devaluándose a marchas forzadas, ya que los ciudadanos quieren comprar dólares para defender sus ahorros de la pérdida de valor permanente del peso. Pero Argentina vive bajo el llamado ‘cepo cambiario’ desde la llegada al poder de Fernández: el Banco Central raciona la venta de dólares oficiales, bajo una constelación de tipos de cambio distintos. Y los que quieran comprar dólares sin control tienen que ir al mercado negro, al llamado ‘dólar blue’, tolerado a regañadientes y cuyo precio abre informativos en televisión.
En las últimas semanas, el Gobierno se ha encontrado con un agujero en sus cuentas en divisas: necesita 10.000 millones de dólares, y pronto. Y el FMI, al que debe 44.000 millones de dólares, ha ofrecido ‘flexibilizar’ los pagos, pero no darle más dinero. Así que, para conseguirlos, el Ministerio de Economía, que dirige Sergio Massa, la figura de más rango político en el peronismo tras la marcha de los ‘Fernández’, ha decidido cortar aún más el grifo de dólares a las empresas, e incentivar a que los agricultores, la principal fuente de divisas del país, vendan sus productos al extranjero e ingresen esos dólares.
Para ello, Massa creó el llamado «dólar soja», que ofrece un tipo de cambio de 300 pesos por dólar hasta el 30 de mayo, frente a los 224 del oficial. Su objetivo es animar a los agricultores a vender ahora, prometiéndoles más dinero que si se ven obligados a hacerlo al precio oficial, y recaudar así al menos 5.000 millones en un mes y medio. Pero con el cambio ‘blue’ a más de 400 pesos por dólar, y expectativas de que el próximo Gobierno vuelva a liberar el cambio de divisas, la mayoría de agricultores han decidido esperar antes que perder dinero. Las ventas de soja se han desplomado en los pasados días, y el miércoles se hundieron a cero.
La tensión ha provocado que el cambio ‘blue’ se dispare en las últimas jornadas. Las ventas en el mercado paralelo han llegado a pagarse a 440 pesos por unidad, pese a los intentos del Gobierno de intervenir también ese tipo de cambio con una fuerte venta de bonos al cierre del miércoles. El ‘truco’ apenas duró unas horas y el Gobierno parece estar quedándose sin conejos que sacar de la chistera.
La gran pregunta política del país es si la salida de Fernández servirá para tranquilizar a los mercados y permitir que Massa logre ‘cuadrar las cuentas’ de una forma más ortodoxa, o si la presión arrasará también al ministro. En la oposición esperan dos corrientes. Por un lado está la coalición centrista que lideró Mauricio Macri en la anterior legislatura y que probablemente nomine como candidato a su sucesor como alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta. Esta coalición, que incluye partidos que van del centro-derecha (el PRO de Macri y Larreta) al centro-izquierda (la UCR, histórica oposición al peronismo) probablemente apueste por liberar el tipo de cambio y hacer medidas más ortodoxas. Pero, por el otro lado, crece el apoyo a los ‘libertarios’, un grupo de perfil ‘antiestablishment’ liderados por el economista, profesor universitario y tertuliano Javier Milei, que atacan a la «casta política» y apuestan por la dolarización del país, repitiendo el experimento de 1991-2001. Algunas encuestas ya ven al peronismo en tercer lugar, lo que sería un golpe histórico al partido que ha marcado al país latinoamericano desde la segunda mitad del siglo XX.