La demanda mundial de petróleo, carbón y gas natural alcanzará su punto más alto antes del final de la década actual, según las nuevas previsiones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), que considera “imparable” la transición hacia la energía limpia, aunque subraya la necesidad de aumentar la inversión en esta clase de fuentes de energía.
“La transición hacia la energía limpia está ocurriendo en todo el mundo y es imparable”, ha afirmado el director ejecutivo de la AIE, Fatih Birol, en la presentación del informe ‘Perspectiva Energética Mundial’, donde ha defendido que los gobiernos, las empresas y los inversores deben respaldar las transiciones a la energía limpia en lugar de obstaculizarlas.
Según la agencia adscrita a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la crisis energética mundial puede marcar “el comienzo del fin de la era de los combustibles fósiles”, ya que el impulso detrás de las transiciones a las energías limpias es ahora suficiente para que la demanda mundial de carbón, petróleo y gas natural “alcance un punto máximo antes de 2030” en un escenario de las políticas declaradas.
De este modo, la proporción del carbón, petróleo y gas natural en el suministro mundial de energía, estancada durante décadas en torno al 80%, comienza a disminuir y alcanza el 73% para 2030, lo que la AIE califica de “un cambio importante”, aunque advierte de que, si la demanda de estos combustibles fósiles se mantiene en un nivel alto, está lejos de ser suficiente para alcanzar los objetivos climáticos globales.
“Aunque la demanda de combustibles fósiles ha sido fuerte en los últimos años, hay señales de un cambio de sentido”, recoge el informe, destacando que, junto con el despliegue de alternativas bajas en emisiones, se ha desacelerado el ritmo al que se están agregando nuevos activos que utilizan combustibles fósiles al sistema energético.
En este sentido, apunta que si bien el fin del crecimiento de los combustibles fósiles no significa el final de la inversión en estas fuentes de energía, socava la justificación de cualquier aumento del gasto, aunque advierte de que la inversión actual en petróleo y gas es casi el doble del nivel requerido en el escenario emisiones cero (NZE por sus siglas en inglés) en 2030, lo que indica un riesgo claro de uso prolongado de combustibles fósiles que dejaría el objetivo de 1.5 °C fuera de alcance.
De este modo, la AIE señala que simplemente recortar el gasto en petróleo y gas no encaminará al mundo hacia el escenario NZE, añadiendo que la clave para una transición ordenada es aumentar la inversión en todos los aspectos de un sistema de energía limpia, cuyo desarrollo puede reforzase con políticas que faciliten la salida de activos ineficientes y contaminantes, como las antiguas plantas de carbón, o que restrinjan la entrada de otros nuevos al sistema.
Asimismo, señala que los picos globales de la demanda de cada uno de los tres combustibles fósiles enmascaran diferencias importantes entre economías en diferentes etapas de desarrollo, ya que los impulsores del crecimiento de la demanda de servicios energéticos en la mayoría de las economías emergentes y en desarrollo siguen siendo muy fuertes, por lo que encontrar y financiar formas bajas en emisiones para satisfacer la creciente demanda de energía en estas economías es un determinante vital de la velocidad a la que eventualmente caerá el uso global de combustibles fósiles.
“El desafío urgente es aumentar el ritmo de nuevos proyectos de energía limpia, especialmente en muchas economías emergentes y en desarrollo fuera de China”, advierte la AIE, para la que será vital realizar un esfuerzo renovado, que incluya un apoyo internacional más fuerte, para abordar obstáculos como los altos costes de capital, el espacio fiscal limitado para el apoyo gubernamental y los entornos comerciales desafiantes.
En este sentido, Birol ha defendido que avanzar en esta transición ofrece “inmensos beneficios”, incluidas nuevas oportunidades industriales y empleos, mayor seguridad energética, aire más limpio, acceso universal a la energía y un clima más seguro para todos.
“Teniendo en cuenta las tensiones y la volatilidad actuales en los mercados energéticos tradicionales actuales, las afirmaciones de que el petróleo y el gas representan opciones seguras para el futuro energético y climático del mundo parecen más débiles que nunca”, ha apuntado.
A este respecto, el informe de la AIE propone una estrategia global para 2030 que consta de cinco pilares clave: triplicar la capacidad renovable global; duplicar el ritmo de mejoras en la eficiencia energética; reducir las emisiones de metano de las operaciones de combustibles fósiles en un 75%; mecanismos de financiación innovadores y a gran escala para triplicar las inversiones en energía limpia en las economías emergentes y en desarrollo; y medidas para garantizar una disminución ordenada en el uso de combustibles fósiles, incluido el fin de nuevas aprobaciones de centrales eléctricas de carbón.
“Cada país necesita encontrar su propio camino, pero la cooperación internacional es crucial para acelerar las transiciones a energías limpias”, ha subrayad Birol.
En particular, para el director de la AIE la velocidad a la que disminuyan las emisiones dependerá en gran medida de nuestra capacidad de financiar soluciones sostenibles para satisfacer la creciente demanda de energía de las economías de rápido crecimiento del mundo. “Todo esto apunta a la vital importancia de redoblar la colaboración y la cooperación, no retirarse de ellas”, ha apostillado.